Reflexión de Rogulo sobre su obra

Poner un nombre a mi expresión, a ese algo que configura un número indeterminado de influencias, es algo a lo que no me atrevo y que prefiero lo hagan otros por mí, en todo caso, si diré que mi pintura ha sido catalogada en ocasiones con términos tan contradictorios como: realista, expresionista, impresionista, poética, idealista, sutil, etc. y se me ocurre pensar que no les faltaba razón a quienes pensaban así. Esencialmente, la mía, es una pintura que ante todo trata captar la esencia de aquello que me motiva, huyendo de retratar, de expresarla tal y como la capta mi retina.

Es en el paisaje donde encuentro la diversidad que necesito y el estimulo que incentiva mi espíritu creativo, pero de vez en cuando he de huir de él para refugiarme en el retrato, la naturaleza muerta o la composición de figuras. Lugares bucólicos, grandiosos escenarios naturales, motivos urbanos, cualquier tema merece mi atención si veo en él la predisposición a ser transfigurado y convertido en algo íntimo.

Pertinaz viajero, no dejo de sorprenderme ante insólitos escenarios y estos me transmiten una emoción, después, en la intimidad del estudio trato de destilar esa esencia que me ha impactado y el resultado queda patente a través de una obra que intenta expresar mi inquietud, unas veces vinculada a la poesía y a la belleza, otras, fiel reflejo de mi estado de ánimo.

Todo artista forja su obra basándose en unas influencias que han modelado su sentido estético, enriqueciéndolo y dándole solidez. En mi caso he de decir que soy receptivo a todo aquello que signifique arte y disfruto tanto ante un sugerente abstracto de Lucio Muñoz, como ante un desenvuelto Sorolla, un exquisito Degas, un instructivo Rembrandt, o ante cualquiera de esos sorprendentes hallazgos de autor no conocido en una de esas muestras colectivas que fugaces pasan sin hacer historia. Mis influencias son muchas y variadas, constantemente me veo sorprendido ante frescas y nuevas ideas que me incitan a experimentar, apartándome de las reglas que yo mismo he trazado. Creo que esto sucede a todos los artistas, si bien, existe una naturaleza interior que nos induce a moderar y atemperar la transformación de nuestros caracteres y esa misma naturaleza es la que nos preserva de la ruptura con nuestro habitual estilo, permitiendo una ligera filtración de caracteres susceptibles de asimilación. Es lo que llamamos EVOLUCIÓN, algo que para unos es apenas perceptible en su obra y para otros es notable y sustancial hasta el punto de hacerle perder sus señas de identidad. En mi caso la evolución no ha modificado mis planteamientos estéticos, si en cambio, considero que se han ampliado y enriquecido, dándome muchas mas posibilidades de llegar a la sensibilidad de mis contemporáneos.

Siempre seré figurativo, aunque en mi ánimo subsista la idea de romper formas y liberarme de los conceptos básicos que atan mi expresión. Mi concepción de la belleza parte ineludiblemente de conceptos reales y la abstracción solo me vale para hacerles más íntimos y profundos. Creo que el ser humano es demasiado vital y apegado a sus raíces, ama aquello vinculado con su existencia.

Analizando la trayectoria de mi carrera artística observo un cambio sustancial en la forma de trabajar. Recuerdo al chaval que salía a la pizarra del colegio para reproducir con la tiza los dibujos solicitados por los profesores, recuerdo su seguridad y su convicción de que nadie podría hacerlo mejor que él. Le recuerdo rodeado de profesores y alumnos esgrimiendo sus lápices de cera, tizas o lápices de grafito, sorprendiendo a todos con su imaginación y destreza, le recuerdo muy bien, alimentándose con los elogios, recreándose en los gestos de admiración, su arte necesitaba de ese calor humano que estimulaba su creatividad. Nada que ver con el hombre que hoy es, coartado por su perfeccionismo. Recuerdo con nostalgia su espontaneidad y simpleza. Hoy Rogulo, posiblemente desprendido de su vanidad adolescente, y sobre todo, consciente de que el ingenio y la creatividad es un patrimonio amplia y generosamente repartido, prefiere la intimidad de su estudio, solo allí puede concentrarse y buscar la inspiración.